miércoles, septiembre 14, 2005

He vuelto

Oírmelo decir a mí, desde luego, no es lo mismo que oírselo decir a Eddie Felson en "El color del dinero". Y, ya puestos, oírselo decir sin haber visto antes "El buscavidas" te hace perder una gran cantidad del significado de esa escena (y de toda la película).

¿He vuelto? ¿Acaso me había ido?

El ¿problema? es este (más o menos):

Por un lado, cuando realmente me gusta escribir es, digamos, cuando me lo pide el cuerpo (o el alma, si os gusta más). Me gusta dejar que mis palabras transcurran sin haberme prefijado un objetivo, escribir sin el condicionante u obligación de conseguir que las palabras transmitan una idea o un mensaje concreto. Es genial, porque todo vale y no tienes que esforzarte. A veces parece que las palabras se colocan solas.

Por otro lado, aunque hace una cantidad de tiempo no despreciable lo que surgía de esa actividad me parecía un producto valioso, a estas alturas del concurso (je, je, je) ya no me vale. Se me ocurre fugazmente que podría inetrpretarse como un absoluto desprecio a la función de comunicación del lenguaje. Pero no es eso lo que me inquieta, sino el hecho de que ya no creo (o casi no creo) que lo que puede comunicar un discurso redactado a golpes viscerales realmente merezca la pena comunicarlo.

Así, me encuentro que cuando podría lanzarme a escribir llamado por mi estado anímico, mi respeto hacia los posibles lectores me detiene. Para escribir en otras circunstancias, quizá soy demasiado perezoso.

Por otro lado, hablar de la vida cotidiana, me resulta casi imposible. (¿Será porque ya la he vivido y entoncés para qué repetirlo?)

En fin, de momento me temo que no puedo ofreceros más que la misma inconstancia que me parece justo esperar de vosotros.

Madrid, 14 de septiembre de 2005

3 Comments:

Blogger Álvaro said...

...que puede comunicar un discurso redactado a golpes viscerales realmente merezca la pena comunicarlo.

Todo el mundo lleva algo dentro, algo que merece la pena hacer estallar sólo para ver los fuegos de artificio. Si consigues redactar algo tecleando con el estómago tienes suerte. Hay escritores que pueden haber llegado a la excelencia literaria pero que nunca serán capaces de decir nada nuevo precisamente porque tienen las vísceras vacías.

Hay una escena en "Descubriendo a Forrester" en donde Sean Connery manda al discípulo, que está bloqueado, copiar un texto suyo. Haz. Escribe, y cuando veas que se te acaba la inspiración o la imaginación (llámalo x) haz algo mecánico que dé un resultado imprevisto pero que te abra un poco la mente.

Suerte.

16 septiembre, 2005 21:12  
Blogger Álvaro said...

Y no te preocupes por ofrecernos tu basura, nosotros haremos lo propio. Este es tu espacio, explora y recréate, que no te frene un supuesto "respeto por el lector".

Si llegamos a aburrirnos de verdad, todo lo más dejaremos de leer aquí y fuera :mrgreen:

16 septiembre, 2005 21:18  
Blogger Fingal said...

Quizá lo que me pasa es que ya estoy muy desencantado con los fuegos de artificio.

Me he quemado ya más de una vez con ellos y, peor, he quemado a gente a mi alrededor.

De lo que creo pretender huir es de la exaltación del sentimiento, de darle un gran valor a algo que ni sé cómo ha llegado ni sé cuándo se irá con la misma falta de deliberación y elección con la que vino.

¿Y para qué mostrar paisajes fugaces de algo interno mío de lo que ya no me siento tan orgulloso, que ya no me parece que sea lo que te define como ser humano, sino que va con etiquetas que vienen a decir "handle with care"?

19 septiembre, 2005 13:01  

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